Dos compañeras de Joaquín Sperani, el adolescente asesinado por su mejor amigo en Laboulaye, han relatado cómo fue el comportamiento del detenido el día del crimen. Además, confirmaron que la víctima sufría acoso escolar y que la situación era conocida en la escuela, aunque no se tomaron medidas al respecto.
Según el relato de las dos menores, ese jueves tuvieron clases en contra turno desde las 9 hasta las 11:20 de la mañana. Durante ese tiempo, el principal sospechoso no se presentó a la clase de Educación Física. Sin embargo, cuando las alumnas estaban formando una fila de entrada, el chico apareció y preguntó por Joaquín. A pesar de esto, los profesores no le dijeron nada y él se fue, sin volver a aparecer durante el resto del día.
Las testigos también confirmaron que cerca de las 14:40, el chico regresó a clases y se sentó junto a su compañera habitual. En ese momento, aparentaba estar normal, riendo y jugando.
Es importante destacar que horas antes del crimen, una cámara de seguridad captó a los amigos dirigiéndose hacia una casa abandonada, donde más tarde se encontró el cuerpo sin vida de Joaquín. La cámara también registró el momento en que el sospechoso regresó al colegio y se le cayó el celular de la víctima.
Las compañeras de Joaquín describieron al detenido como alguien que jugaba de manera violenta con sus compañeros, revelando una personalidad desconocida para ellas, ya que no eran sus amigas cercanas. Manifestaron su sorpresa, pues siempre lo veían como una buena persona y un buen compañero, al igual que Joaquín.
Cuando se les preguntó sobre la posibilidad de que haya más personas involucradas en el crimen, ambas respondieron que la mente de un psicópata puede hacer cualquier cosa en un minuto, pero creen que el detenido no pudo haberlo hecho solo. Sospechan que pudo haber contado con la ayuda de alguien externo a la escuela.
Con el paso de los días, se ha confirmado que Joaquín era víctima de acoso escolar, pero que nunca se tomó ninguna medida al respecto. Según las testigos, el bullying hacia él era constante desde el primer año, llegando al punto de esconderle sus pertenencias y golpearlo hasta hacerlo llorar.